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La Revolución del Comportamiento: El Impacto de los Incentivos en la Conducta Humana
En 1998, los economistas Uri Gneezy y Aldo Rustichini se enfrentaron a un intrigante problema en las guarderías privadas de Israel: los padres siempre llegaban tarde a recoger a sus hijos. Aunque todas las guarderías cerraban a las cuatro de la tarde, prácticamente todos los días alguna cuidadora tenía que quedarse trabajando más allá de su horario habitual porque los padres llegaban tarde. Lo que parecía un inconveniente menor para los economistas, se convirtió en un campo de pruebas perfecto para abordar sus inquietudes respecto a cómo los gobiernos pueden influir en el comportamiento ciudadano mediante regulaciones e incentivos.
El Experimento en las Guarderías
El experimento se realizó en diez guarderías, donde en seis de ellas se implementaron multas de diez cheques israelíes (equivalentes a unos cinco dólares actuales) cada vez que un padre llegaba tarde. Las cuatro guarderías restantes continuaron operando sin cambios. Esta configuración permitía comparar ambas situaciones y medir el impacto de las multas sobre la puntualidad de los padres.
Resultados Sorprendentes
Tal vez los resultados de este experimento te sorprendan tanto como a nosotros. En lugar de mejorar la puntualidad, las multas causaron el efecto contrario: la impuntualidad se duplicó. Antes del experimento, en promedio, llegaban tarde unos diez padres por semana. Después de implementar las multas, este número se elevó a veinte. Incluso más sorprendente fue descubrir que cuando las multas se eliminaron tras doce semanas, los niveles de retraso se mantuvieron altos. La pregunta, entonces, era obvia: ¿Por qué?
Teoría de los Incentivos Morales
Una primera hipótesis para explicar este fenómeno es la teoría de los incentivos morales. Según esta teoría, hasta el momento del experimento, se asumía que las multas reducían conductas negativas a través de la disuasión: cuanto mayor la multa, mayor la reducción de la mala conducta. Sin embargo, la teoría de los incentivos morales plantea una perspectiva diferente. No todo es dinero.
Pongámonos en el lugar de los padres. Ellos sabían que llegar tarde significaba obligar a la cuidadora a quedarse más tiempo, lo cual les hacía sentirse mal y avergonzados. Pero cuando se estableció una multa, la interpretación cambió. Muchos padres vieron la multa no como un castigo, sino como una tarifa por un servicio adicional. La multa de cinco dólares era un precio asequible para evitar la incomodidad de disculparse.
Teoría de los Contratos Incompletos
Una segunda hipótesis que propusieron los investigadores fue la teoría de los contratos incompletos. Los padres al inscribir a sus hijos en las guarderías aceptaban un contrato donde no se especificaban claramente las consecuencias de llegar tarde. La falta de detalles en el contrato hacía que los padres evitaran retrasarse para no enfrentar consecuencias inciertas. Pero con la introducción de la multa, las guarderías enviaban un mensaje claro: «lo peor que puede pasar es una multa de cinco dólares». Al disiparse el miedo a consecuencias mayores, los padres se sintieron más libres para llegar tarde.
Implicaciones en la Vida Real
Este pequeño experimento tiene grandes implicaciones para las políticas públicas y las regulaciones. Los autores no sugieren que imponer multas siempre aumente el comportamiento que se pretende castigar, pero sí que no todo es tan sencillo como aplicar castigos o premios para modificar el comportamiento humano. La efectividad de una multa depende de varios factores, incluyendo su cantidad y la rapidez con la que se impone.
Un ejemplo intrigante viene de Singapur, donde desde los años 60 las autoridades han estado obsesionadas con la limpieza. En 1992, se prohibió el chicle con multas altísimas para los infractores. Una multa de más de 3000 dólares por mascar chicle fue suficiente para disuadir a los ciudadanos por completo. Aquí, el principio de los incentivos económicos funcionó a la perfección.
Conclusión y Reflexiones
Lo que el experimento en las guarderías realmente nos enseña es que la motivación humana no siempre responde de manera predecible a los incentivos monetarios. En algunos contextos, estos pueden reducir la motivación intrínseca o transformar un acto moralmente reprochable en una simple transacción económica. De hecho, podríamos estar haciendo esto a gran escala con impuestos y regulaciones. En un mundo sin impuestos, quizás la gente donaría más a causas benéficas, pero al confiar en que las instituciones gubernamentales se encargan de ello, su incentivo moral puede disminuir.
Esto abre la puerta a preguntas más amplias sobre el uso de impuestos o multas para controlar comportamientos, como las políticas ambientales. Los demócratas en Estados Unidos, por ejemplo, consideran agregar un impuesto al carbono para abordar el cambio climático. Sin embargo, podríamos enfrentarnos a un problema similar al de las guarderías, donde un impuesto podría no tener el efecto deseado o incluso ser contraproducente.
Conclusión Final
El experimento en las guarderías israelíes nos recuerda que la naturaleza humana es compleja. No siempre respondemos a incentivos económicos de la manera esperada. Este aprendizaje es crucial para formular políticas efectivas y humanas en un área tan delicada como la regulación del comportamiento. Reflexionar sobre estos hallazgos nos puede guiar hacia estrategias más comprensivas y humanas al abordar los desafíos sociales y ambientales de nuestro tiempo.
Entonces, ¿en qué contextos crees que es buena o mala idea usar multas o impuestos? ¿Qué otros efectos adicionales podrían estar detrás de estos experimentos? La comprensión de este fenómeno abre un mundo de preguntas que vale la pena explorar para entender mejor cómo influir efectivamente en el comportamiento humano.