El Nuevo Adversario de Putin: ¿Se Convierte Lukashenko en el Opositor Final?
Bielorrusia y Rusia: Una Tensa Relación en el Corazón de Europa
Bielorrusia, conocida como la última dictadura de Europa, no solo se distingue por ser el único país del continente donde se aplica de forma efectiva la pena de muerte, sino también por su intrigante y a menudo turbulenta relación con Rusia. Este país, bajo el régimen del autócrata Aleksandr Lukashenko desde 1994, ofrece un ejemplo claro de cómo la geopolítica puede dictar el destino de una nación y su gente.
El Régimen de Lukashenko
Aleksandr Lukashenko ha dominado la política de Bielorrusia por más de 25 años, presentándose como un candidato “independiente.” Sin embargo, la realidad es que su control sobre el país ha sido absoluto y sin oposición efectiva. Las elecciones legislativas de 2019 son un buen ejemplo: de los 110 diputados del Parlamento bielorruso, cero eran de la oposición, y prácticamente todos apoyaban a Lukashenko. Esta ausencia de competencia y transparencia política hace que Bielorrusia se catalogue como una dictadura en toda regla, con frecuentes violaciones a los derechos humanos y una constante represión política.
En pleno vuelo, el avión donde puedes estar tranquilamente puede dar la vuelta por orden de la FSB, la antigua KGB rusa, para detener a empresarios que no han pasado por el aro, cortesía del mismísimo Lukashenko. Este hombre ha hecho de su ambición una sinfonía política, anunciando su re-re-re-reelección en 2020 tras arrasar en las elecciones legislativas de 2019.
Todo esto ha causado que Bielorrusia esté casi completamente aislada de la comunidad internacional, a excepción de sus estrechos lazos con Rusia.
El Romance Histórico entre Bielorrusia y Rusia
La relación entre Bielorrusia y Rusia está fundamentada en una herencia cultural, histórica y lingüística común, además de un modus operandi político similar heredado de la Unión Soviética. Sin embargo, a pesar de estas similitudes, la relación ha tenido altibajos significativos, especialmente en los últimos años.
En el corazón del problema está el Estado de la Unión, un proyecto concebido en 1999 por Lukashenko y Boris Yeltsin que proponía una integración política y económica entre ambos países. Inicialmente, parecía que Lukashenko pensaba que esta unión podría darle un acceso sin precedentes al poder, posiblemente creyendo que podría llegar a ser el líder de un nuevo superestado. Sin embargo, con la consolidación del poder de Vladimir Putin en Rusia, esta idea se desmoronó.
El Estado de la Unión: Un Proyecto Fallido
El Estado de la Unión, aunque ambicioso, nunca logró su objetivo de integración completa. Las negociaciones avanzaron poco y, con el paso del tiempo, Bielorrusia se encontró más dependiente de Rusia en términos económicos. Las ventas de petróleo y gas natural a precios subsidiados han sido el principal mecanismo de influencia de Rusia sobre Bielorrusia. El costo de esta política para Rusia ha sido significativo, con cifras que superan los 2.000 millones de dólares anuales.
Sin embargo, Lukashenko ha logrado beneficiarse de esta relación, especializándose en la transformación de petróleo en refinerías y la exportación de combustibles. A pesar de los beneficios económicos, el control ejercido por Rusia sobre Bielorrusia ha sido constante, y cada vez que las negociaciones para el Estado de la Unión se estancaban, Bielorrusia seguía recurriendo a los acuerdos existentes para mantenerse a flote.
El Deterioro de las Relaciones con Rusia
En los últimos años, y especialmente en 2019, las tensiones han escalado. Rusia, cansada de esperar avances en la integración, comenzó a condicionar los contratos petroleros a los progresos en la construcción del Estado de la Unión. Esto llevó a una significativa reducción en las exportaciones de petróleo ruso a Bielorrusia, lo que a su vez obligó a Lukashenko a buscar otros proveedores para evitar el colapso económico.
Aquí es donde entran en juego nuevos actores como Noruega y, sorprendentemente, Estados Unidos. En un giro de los acontecimientos, el Secretario de Estado de EE. UU., Mike Pompeo, declaró que su país estaba dispuesto a proporcionar todo el petróleo que Bielorrusia necesitara a precios competitivos. Este movimiento no solo busca aliviar la crisis energética de Bielorrusia, sino también debilitar la influencia de Rusia en la región.
La Estrategia de Putin: Mantener el Poder
El interés de Putin en fortalecer la relación con Bielorrusia tiene también una motivación interna: su deseo de mantenerse en el poder más allá del 2024. Un posible camino para lograr esto sería la creación de un nuevo Estado de la Unión que integre a Rusia y Bielorrusia, permitiendo a Putin ser presidente de este nuevo ente, sujeto a una nueva constitución y un nuevo estatus político.
Sin embargo, Lukashenko ha mostrado reticencia a entregar la soberanía de su país, declarando abiertamente que no puede traicionar a Bielorrusia, incluso a favor de su «hermana» Rusia. Esto ha desencadenado una lucha de poder entre ambos líderes que ha llevado las relaciones entre Minsk y Moscú a un nuevo punto bajo.
Las Consecuencias Económicas y Políticas
El impacto de estas tensiones es significativo. La economía de Bielorrusia, dependiente de la industria petroquímica, se ha visto duramente afectada por la reducción en las importaciones de petróleo ruso. En enero de 2020, las exportaciones de petróleo de Rusia a Bielorrusia se desplomaron un 75% respecto a lo previsto, lo que ha obligado a Minsk a buscar desesperadamente nuevos proveedores.
A pesar de encontrar nuevos aliados en Noruega y EE. UU., la escasez de petróleo sigue afectando gravemente a la economía bielorrusa. La suspensión de las exportaciones petroquímicas ha reducido las divisas y ha incrementado la crisis económica interna. En un movimiento desesperado, Lukashenko ha amenazado con extraer ilegalmente petróleo ruso destinado a Europa, una táctica arriesgada que podría provocar aún más tensiones.
Conclusión
La relación entre Bielorrusia y Rusia es un microcosmos de la compleja geopolítica de Europa del Este. A medida que Lukashenko se enfrenta a la presión de mantener la soberanía de Bielorrusia y al mismo tiempo asegurar su economía, las tensiones con Rusia se intensifican. La intervención de Estados Unidos y la UE añaden una capa extra de complejidad a esta ya volátil relación.
El futuro de Bielorrusia sigue siendo incierto. ¿Podrá Lukashenko equilibrar las relaciones con Occidente y Rusia para asegurar la estabilidad de su régimen? ¿O se verá obligado a ceder ante las presiones de Putin? Lo cierto es que este crisol de tensiones seguirá siendo un punto focal en la política internacional, y cualquier desenlace tendrá repercusiones más allá de las fronteras de Bielorrusia.
En Movilab, seguimos atentos a estos desarrollos. Las próximas decisiones de Lukashenko y Putin tendrán un profundo impacto no solo en la región, sino también en la dinámica global de poder.