MONGOLIA: Un Análisis Revelador sobre la Eficacia de su Democracia

Mongolia: Entre el Sueño de la Riqueza y la Realidad de la Pobreza

Mongolia es uno de esos países que todos hemos escuchado mencionar, pero del cual muchos de nosotros sabemos muy poco. A pesar de ser el segundo país más grande del mundo sin acceso al mar, su ubicación en un entorno tan inhóspito y su clima extremo con inviernos que pueden alcanzar temperaturas de 40 grados bajo cero lo hace un lugar único y desafiante para la vida humana y animal. Un claro ejemplo de ello es el invierno del año 2009, cuando 8,5 millones de cabezas de ganado perecieron de frío, representando una quinta parte del total de ganado en Mongolia.

Con todo eso en mente, no es difícil entender por qué Mongolia no es un sitio donde la vida resulta particularmente fácil. A lo largo de la historia, su clima extremo ha hecho que muy pocas personas se asienten permanentemente en estas tierras. A pesar de que su territorio es casi tres veces más grande que un país como España y tan solo un poco más pequeño que México, su población apenas supera los 3 millones de habitantes. Esto convierte a Mongolia en uno de los lugares más escasamente poblados de todo el planeta, uno de los territorios más deshabitados y también uno de los más pobres.

Un Tesoro Escondido: Las Riquezas Minerales de Mongolia

Sin embargo, la suerte de Mongolia podría cambiar radicalmente. Este país alberga un gigantesco tesoro en sus profundidades: es uno de los países mineralmente más ricos de todo el mundo, con vastas reservas de cobre, oro, uranio, y petróleo. Precisamente por este motivo, a principios del nuevo siglo, el gobierno mongol, aprovechándose del auge económico de China -un enorme consumidor de recursos naturales-, se puso manos a la obra para explotar de una vez por todas esta inmensa riqueza. De esta manera, Mongolia se convirtió en una potencia minera en ascenso, dirigiendo cerca del 90% de su producción a China.

La economía de Mongolia comenzó a beneficiarse de manera notable, con tasas de crecimiento económico que superaban el 10% anualmente. El futuro parecía prometedor y muchos pensaban que Mongolia pronto estaría entre los países más ricos de Asia.

Realidad vs. Expectativa: ¿Qué Pasó Realmente con Mongolia?

Sin embargo, estamos en 2021, y la pregunta es: ¿Realmente Mongolia se ha convertido en un lugar tan próspero? La respuesta es más compleja de lo que parece. A pesar del crecimiento económico inicial, Mongolia no ha alcanzado el nivel de opulencia que muchos esperaban. La dependencia económica casi total de un único cliente, en este caso China, puso al país en una posición sumamente vulnerable. Además, la llegada de dinero rápido no siempre resulta en un cambio positivo a largo plazo.

El Amanecer Mongol

Para entender mejor lo que ha ocurrido, echemos un vistazo a la evolución del PIB per cápita de Mongolia. Este país muy pobre ha tenido una economía tradicionalmente ligada a un tipo de ganadería y agricultura muy rudimentarias. La caída del bloque comunista, del cual Mongolia era un estado satélite, le infringió un duro golpe. Cuando la Unión Soviética colapsó en 1992, Mongolia inició una transición hacia un modelo democrático de libre mercado, aunque muchas de las estructuras políticas y productivas pervivieron.

Un Impulso Minero

Para intentar dinamizar la economía y escapar de la crisis postsoviética, en 1997 el gobierno mongol aprobó la Ley de Minerales, que transformó por completo el panorama económico del país. La ley tenía como objetivo impulsar la inversión privada, especialmente de capitales extranjeros, en el sector minero. Entre 1997 y 2002, el gobierno de Mongolia emitió casi 3,000 licencias de exploración para la creación de nuevas minas, cubriendo casi el 4% del territorio total del país, alrededor de 60,000 km².

La mayoría de estas licencias no fueron a parar a manos de empresas chinas, sino a compañías procedentes de Canadá, Australia, Reino Unido, Suiza, entre otros. Empresas conjuntas con el gobierno mongol permitieron que el Estado se beneficiara de esta actividad no solo a través de impuestos y regalías, sino también mediante su propia participación en los beneficios.

El optimismo estaba en su punto más alto: en pocos años, la inversión extranjera se disparó, pasando de unos 10 millones de dólares a comienzos de los 90 a más de 800 millones en el pico del auge minero de 2008. Las exportaciones se multiplicaron por cinco entre 2003 y 2008, superando los 1,800 millones de dólares. Con un PIB en constante crecimiento, Mongolia parecía estar en la cúspide de una era dorada de desarrollo.

Un Parón Inesperado

Sin embargo, este crecimiento vertiginoso eventualmente se detuvo. Mongolia dejó de crecer, las inversiones se detuvieron, y el país cayó en un estancamiento crónico. La pregunta que surge es: ¿Qué ocurrió para que todo esto se fuera al traste?

Debacle Minera o Debacle Política

El boom minero trajo consigo beneficios importantes para Mongolia, beneficios que aún perduran. Sin embargo, la crisis del 2008 impactó severamente el modelo minero mongol. La recesión económica detuvo el auge de la inversión y las exportaciones, y los precios de los minerales, como el cobre, se desplomaron drásticamente. La economía del país entró en una etapa de déficits comerciales y aumento de la deuda pública, con una deuda externa que actualmente representa el 240% del tamaño de la economía. Mongolia cayó víctima del conocido «mal holandés», donde la afluencia de capitales aumentó los precios y el tipo de cambio local, llevando a la quiebra a muchas empresas locales debido a la baja productividad y los crecientes costos.

¿Qué Pasó con el Dinero?

Según un informe del Banco Mundial, Mongolia ha producido 28,000 millones de dólares en minerales desde 2004, de los cuales el Estado ha ingresado unos 9,000 millones en impuestos y tasas. Sin embargo, el gobierno ha solicitado préstamos por casi ese mismo importe, garantizados con los propios ingresos de los minerales. A pesar de estos ingresos, en 2019 apenas había 200 millones de dólares en el fondo soberano, lo que plantea serias dudas sobre el manejo de estos recursos.

La corrupción sin duda jugó un papel importante en la desaparición del dinero, pero no fue el único factor. La compra masiva de votos se institucionalizó en la política de Mongolia. Políticos como el presidente Ukhnaagiin Khürelsükh han hecho promesas electorales de repartir dinero a los pensionistas financiado con préstamos, una medida populista que ha perpetuado la dependencia de los ingresos por minerales y aumentado la deuda del país.

La Oportunidad Perdida

Las riquezas naturales de Mongolia le ofrecieron la oportunidad de convertirse en un país próspero. Sin embargo, la codicia política y la falta de una visión a largo plazo han frustrado ese sueño. En lugar de impulsar el desarrollo o crear un fondo soberano, los políticos se han gastado las rentas de los minerales en repartir cheques y financiar importaciones, hipotecando el futuro económico del país.

Mongolia es un claro ejemplo de cómo los recursos naturales pueden ser una bendición o una maldición, dependiendo de cómo se gestionen. La historia de Mongolia nos invita a reflexionar sobre la importancia de una gestión responsable y transparente de los recursos y a considerar cómo evitar que las riquezas naturales se conviertan en una maldición.

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