Cómo se Podría Tomar Control de un País: El Caso de Nicaragua Paso a Paso
El Ascenso al Poder de Daniel Ortega
Imagina que un día te despiertas y recibes la noticia de que las instituciones de tu país ya no trabajan para la nación, sino para un grupo específico. Este es precisamente el caso de Daniel Ortega y cómo, en 2006, logró regresar a la presidencia de Nicaragua, después de 16 años en la oposición.
La histórica victoria de Ortega en las elecciones de 2006 marcó el inicio de un nuevo capítulo en la historia de Nicaragua, uno caracterizado por el dominio político, social y económico. Su primer mandato (1985-1990) ya había dejado un país arruinado, con una deuda externa seis veces mayor que su Producto Interno Bruto (PIB) y una hiperinflación que alcanzó un 33,547% en 1987.
Recuperación y Resiliencia de Nicaragua
La década siguiente a la caída de Ortega en 1990 estuvo marcada por esfuerzos de recuperación dirigidos por gobiernos como el de Violeta Chamorro, quien fue la primera mujer presidente elegida en América Latina mediante elecciones democráticas. Las políticas económicas de estos gobiernos apuntaban hacia la liberalización del mercado y la atracción de inversiones extranjeras, logrando que Nicaragua comenzara a retomar su rumbo.
A pesar de estos avances, la corrupción continuó minando la confianza de la ciudadanía en las instituciones. Este descontento y la insistencia de una oposición deseosa de recuperar el poder configuraron el terreno para el regreso de Ortega en 2006.
Consolidación del Poder Político
Para Ortega, la clave de su estrategia para perpetuarse en el poder era clara: dominar el ámbito político. Una de sus primeras acciones fue la creación de una fuerza paramilitar conocida como «Las Turbas», compuesta principalmente por pandilleros, con el objetivo de intimidar a la oposición y controlar cualquier manifestación contraria al gobierno.
A nivel institucional, Ortega centralizó el poder al controlar las autonomías municipales, desplegando sus fieles en lugares clave del aparato estatal como el Poder Electoral, el Poder Judicial y la Contraloría General.
Manipulación de Las Instituciones
El control sobre el Tribunal Supremo le permitió a Ortega manipular la Constitución para eliminar la prohibición de la reelección presidencial consecutiva, lo que facilitó su permanencia en el poder más allá de 2011. La mayoría de los magistrados del tribunal eran sandinistas leales, asegurando que todas las decisiones legales favorecieran a Ortega.
Además, Ortega se aseguró de que los medios de comunicación más importantes estuvieran bajo el control de su familia, limitando así la capacidad de la prensa para criticar su régimen o informar objetivamente sobre las elecciones.
El Monopolio de la Fuerza
Controlar el poder político no es suficiente si no se domina también la fuerza. Ortega utilizó su mayoría en la Asamblea Nacional para reformar la ley y convertirse en el comandante supremo de la Policía Nacional y el Ejército. Nombró a familiares y personas de confianza en posiciones clave dentro de estas instituciones, asegurando su lealtad absoluta.
La represión violenta por parte de la policía ante cualquier manifestación contraria al gobierno se volvió recurrente. Paradójicamente, mientras las turbas actuaban con impunidad, la oposición se encontraba bajo constante vigilancia y asedio.
El Poder Económico
El último pilar en la estrategia de Ortega fue el control económico. La corrupción se volvió rampante, enriqueciendo a la familia Ortega-Murillo. Desde altos cargos en el estado hasta el control de la importación y distribución de petróleo en el país, esta familia ha acumulado una fortuna considerable.
Ortega también se aseguró de que las inversiones extranjeras pasaran por sus manos, garantizando comisiones y beneficios personales. Un claro ejemplo de esto fue el proyecto del Canal Interoceánico, donde el acuerdo original favorecía al estado nicaragüense, pero terminó beneficiando principalmente a los asociados de Ortega.
Las elecciones de 2016 consolidaron aún más su poder al presentar a su esposa, Rosario Murillo, como vicepresidenta, asegurando que todo quedara en familia.
Lecciones y Reflexiones para América Latina
Lo que ha sucedido en Nicaragua bajo el mandato de Daniel Ortega sirve como lección para el resto de América Latina. La manipulación de las instituciones democráticas para beneficio propio no es solo un problema de Nicaragua sino un fenómeno observado en otros países de la región.
Esto nos lleva a reflexionar sobre la fragilidad de las democracias en contextos donde el poder se centraliza y se corrompe. El caso de Ortega no es único, pero sí es emblemático de cómo un líder puede transformar una democracia en un régimen autocrático.
Así, la pregunta final sería: ¿Es posible que Nicaragua vuelva a ser una democracia funcional? La respuesta radica en una profunda reforma institucional que restituya la independencia de los poderes y fomente la transparencia, algo que aún parece lejano.
Conclusión
Daniel Ortega ha demostrado una capacidad notable para manipular las estructuras de poder en su beneficio. Desde su regreso al poder en 2006, ha consolidado su control político, militar y económico, marginando cualquier oposición y creando un ambiente donde la corrupción y la opresión son la norma.
La lección para Nicaragua y para América Latina es clara: la vigilancia constante y la transparencia son esenciales para mantener viva una democracia. El caso de Ortega deberá ser estudiado a fondo para prevenir que otros caudillos sigan su ejemplo, y para garantizar que la soberanía y la libertad de los pueblos no sean hipotecadas por ambiciones personales.