«La Revolucionaria Iniciativa de una Moneda Única para América Latina»
La Realidad de una Moneda Común en América Latina:
¿Os habéis dado cuenta de que América Latina es, desde el punto de vista político-social, una de las regiones más homogéneas de todo el mundo? En esta parte del planeta, la mayoría de los países comparten el mismo idioma, la religión católica es predominante, y casi todos tienen una historia común, principalmente porque la mayoría de ellos surgieron tras independizarse del Imperio español. Datos similares pueden observarse en Brasil, con ciertos matices propios, aunque el camino seguido es, en cierta forma, muy similar.
Sistema Político y Populismo
Fijaos en la política: Latinoamérica comparte una cultura de gobierno presidencialista, con liderazgos tanto de derecha como de izquierda, pero frecuentemente con un elemento común: el populismo. Así, parece que los países de la región son, en términos sociopolíticos, como primos hermanos. Sin embargo, ese parecido y lazos de hermandad tienen un límite: la economía.
Curiosamente, en el ámbito económico, la región está muy poco integrada y existe una gran variedad de políticas. Desde la prudencia en el control de las cuentas públicas en Perú, hasta el comunismo de Cuba, pasando por el populismo del blockchain en El Salvador o la dependencia del Banco Central en Argentina. Y aun con todo eso, desde hace décadas, existen numerosos proyectos para que Latinoamérica tenga una moneda común. ¿Veremos nacer lo que podría ser el «euro latino»?
La Moneda como Eje Fundamental en la Economía
No creo que necesite convenceros de esto: la moneda es un elemento esencial y fundamental en cualquier economía. Sin embargo, aunque no todos los estados tienen su propia moneda, existen áreas monetarias que integran a más de un país. Pertenecer a una de estas áreas implica que los países miembros ceden parte de su soberanía adoptando una moneda común, ya sea para transacciones diarias o para relaciones comerciales entre ellos.
Este proceso puede proceder de dos maneras distintas: primero, a través de uniones formales y pactadas, como con la Unión Europea y el euro. Y, por otro lado, mediante uniones informales donde un país adopta unilateralmente una moneda extranjera, cediendo su soberanía monetaria a un tercer país cuyo banco central sea percibido como más fiable (lo que sucede, por ejemplo, en los países dolarizados como Ecuador o Panamá).
No hablamos de procesos que pueden desarrollarse de la noche a la mañana, especialmente si hablamos de uniones formales. En estos casos, para que funcione, deben cumplirse ciertas condiciones como una tasa de inflación baja, un déficit presupuestario controlado, niveles de deuda ajustados y políticas de tipos similares. Pero no vamos a ponernos demasiado teóricos. Al entender esto, la pregunta es: ¿qué tal han ido los experimentos latinoamericanos al avanzar por este camino?
Centroamérica: Un Proyecto Pionero… Pero Estancado
El 25 de febrero de 1964, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua firmaron el «Acuerdo para el Establecimiento de la Unión Monetaria Centroamericana». Este acuerdo instaba a sus respectivos bancos centrales a integrarse en un “Sistema de Bancos Centrales Centroamericanos”, conducido por el Consejo Monetario Centroamericano. Sin embargo, las guerras civiles centroamericanas truncaron este proyecto, sumergiendo a estos países en largos procesos de violencia política.
En 1974, se logró un nuevo acuerdo monetario regional, un primer paso que se modificó en los 90 para relanzar un Consejo Monetario común encabezado por los presidentes de los bancos centrales de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua. El objetivo era asesora r a los gobiernos en las reformas necesarias para establecer la moneda común. Más tarde, en 2002, República Dominicana se unió a esta iniciativa. Sin embargo, la moneda nunca vio la luz del día, y hoy este órgano es básicamente un foro de diálogo. Aun así, fue una iniciativa pionera en su momento.
El Socialismo del Siglo XXI Contra la “Dictadura del Dólar”
Según cálculos de la Reserva Federal, entre 1999 y 2019, el dólar representó el 96% de la facturación comercial en el continente americano. Sin embargo, para los arquitectos del Socialismo del Siglo XXI, esto no era más que la «dictadura del dólar», algo absolutamente intolerable para el referente de este movimiento, Hugo Chavez. Para poner fin a esta “dictadura monetaria”, el chavismo planteó varias vías.
Finalmente, en 2009, se optó por implementar un Sistema Unitario de Compensación Regional llamado SUCRE, en honor al prócer independentista Antonio José de Sucre. Este mecanismo no era una moneda en sí misma, sino un sistema de pagos con un tipo de cambio de 1,25 dólares por cada SUCRE. Inicialmente, el sistema fue implementado por la Alianza Bolivariana para los miembros del ALBA, que incluyó a Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
Desde 2010, el aparato de propaganda chavista difundió la idea del SUCRE a los cuatro vientos, pintándolo como un mecanismo ideal. Sin embargo, nunca logró desarrollarse realmente como moneda, y quedó estancado como un sistema alternativo para sortear teatralmente el uso del dólar. Uno de los países que más utilizó el SUCRE fue Ecuador, que ejecutó al menos 6.319 transacciones sumando casi 3 mil millones de dólares.
En la práctica, el SUCRE terminó estancándose, usado en operaciones relacionadas con el lavado de dinero y enriquecimiento ilícito, ofreciendo un reflejo de muchas promesas del Socialismo del Siglo XXI: expectativas incumplidas y nuevas herramientas para aumentar la corrupción.
La Timidez y Cautela del Mercado Integrado Latinoamericano (MILA)
La integración económica en Sudamérica tiene esencialmente dos caras: el MERCOSUR, integrado por Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay y la suspendida Venezuela; y la Alianza Pacífico, que incluye a Perú, Colombia, México y Chile. Esta última fue la que en 2011 formó el Mercado Integrado Latinoamericano (MILA).
El proyecto MILA no es una moneda ni un sistema de pagos, sino una iniciativa donde se unifican los mercados de capitales. Actualmente, agrupa a más de 700 compañías, representando un mercado que abarca el 41% del PIB de América Latina y el Caribe y el 38% de los flujos de Inversión Extranjera Directa en la zona.
Por el momento, no hay un proyecto concreto de una Unión Monetaria en la Alianza Pacífico. Sin embargo, dada la estabilidad de sus miembros y su mayor grado de apertura y libertad económica, no parece descabellado que los países miembros puedan avanzar en esta dirección en un futuro no muy lejano.
Las Apuestas Más Recientes: Entre el Tango y la Samba
En abril de 2019, el entonces Ministro de Economía argentino, Nicolas Dujovne, y su par brasileño, Paulo Guedes, se reunieron en Washington en medio de citas con el FMI y el Banco Mundial. Hablaron sobre el Peso Real, una moneda común gestionada por Brasilia y Buenos Aires, con la posibilidad de sumar a otros países del MERCOSUR. Sin embargo, la idea se congeló cuando Mauricio Macri fue derrotado en las elecciones presidenciales de Argentina.
Más recientemente, Gabriel Galípolo y Fernando Haddad hicieron pública la idea de crear el SUR, una moneda regional emitida por un Banco Central Sudamericano. Lula da Silva, como parte de su campaña presidencial, también ha mencionado este tema. Sin embargo, con la inflación prevista en 2022 cercana al 100% en Argentina, el panorama no parece el más ideal para diseñar un programa tan serio como una unificación monetaria.
Construyendo la Casa por el Tejado
Amigos, América Latina es una región socialmente homogénea, pero con escasos niveles de consenso, constituciones que cambian frecuentemente y gobiernos que suelen pender de un hilo. Esto complica la idea de tener una moneda común. Los países estabilizan sus economías para llevar a cabo una unificación monetaria, no unifican sus monedas para estabilizar sus economías.
En Latinoamérica, quienes defienden una moneda común parece que quieren enfrentar problemas estructurales como la inflación crónica, comenzando la casa por el tejado. Tener una moneda común podría facilitar tasas de inflación bajas y disminuir la incertidumbre, pero no garantizaría la prosperidad. Sin embargo, si se fijaran normas claras, una autoridad monetaria independiente y políticas centradas en el control de precios, las tasas de inflación altas podrían erradicarse del continente.
Según un estudio publicado en febrero de 2022 por el Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe del Banco Interamericano de Desarrollo, 7 de cada 10 ciudadanos latinoamericanos están a favor de una mayor integración de sus países. Así que, quién sabe, quizás el deseo de una moneda común en América Latina termine haciéndose realidad.
¿Creéis que veremos una moneda común en América Latina? ¿Podrían gobiernos como el argentino superar su adicción al Banco Central? ¿Estarían dispuestos los políticos a renunciar completamente al control de la política monetaria? ¿Será Brasil capaz de liderar un proyecto de este tipo en el corto plazo?
Dejemos estas preguntas abiertas para la reflexión y el debate.